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La belleza física no lo es todo, cuando una mujer es inteligente, la belleza sale sobrando, pero cuando se juntan ambas cosas es una extraordinaria creación.

¿Están realmente reñidos el aspecto físico y el conocimiento? Desde su inicio, la moda ha estado fuertemente ligada a la belleza, la mayor parte de las veces busca contribuir a su fortalecimiento.

Es innegable que el manejo de la belleza dentro de nuestro ámbito ha ayudado a generar ciertos clichés que en la actualidad tienden a ser obsoletos, como por ejemplo que “las rubias son tontas” o que “los modelos carecen de cerebro”. Estas son atribuciones subjetivas que debemos discernir para formarnos un punto de vista mucho más objetivo y libre de prejuicios.

Los tópicos habituales nos dicen que conocimiento y belleza no se llevan, pero un ambicioso estudio llevado a cabo en Gran Bretaña por el Estudio Nacional de Desarrollo Infantil rompe este mito y viene a demostrarnos que la belleza y la inteligencia van aparejadas en la mayoría de los casos.

Los resultados reflejan que en el caso de las mujeres los cocientes intelectuales de las consideradas más bellas están 11,4 puntos por encima de la media y en el caso de los hombres la diferencia de cociente intelectual crece aún más, situándose en 13,6 puntos.

Es más probable que hombres más inteligentes alcancen un mayor estatus y si los hombres de mayor estatus tienen más probabilidades de casarse con mujeres hermosas, entonces, dado que la inteligencia como el atractivo físico son altamente heredables, debiera haber una correlación positiva entre inteligencia y atractivo físico en la generación de los niños.

Hoy en día la belleza es casi exclusivamente un exponente de la cantidad de horas de peluquería y salón de estética que lleva alguien encima, de las operaciones cosméticas o del estilo de ropa.

Y ahí, sí, claro, ahí sí que se puede aplicar casi como una ecuación, que una persona muy cerebral y muy centrada en cuestiones científicas, filosóficas, literarias o yo qué sé, de altísimo nivel, va a cuidar muy poco su aspecto y no le va a importar comer hasta la obesidad, sin tratar nunca de hacer régimen o ir al gimnasio, ponerse lo primero que agarre del closet y jamás ir de compras o llevar el pelo y la cara como queden.

Y la fealdad muchas veces es sólo aparente por culpa del descuido. Aquí estarían los famosos “freaks” a los que todo les da igual. Otras veces, si el descuido es muy grande, también puede deberse a problemas psicológicos de falta de autoestima o social.

Se suele asociar inteligencia con cultura o cantidad de conocimientos y no tiene por qué ser así. Porque una persona que se pasa su vida amargada, en su casa, leyendo, probablemente es más tonta que la que está divirtiéndose constantemente en los antros. Y, si no es más tonta, ¿para qué vale ser lista? Muchas veces también se ha identificado inteligencia con depresión. Los subnormales son muy felices y cosas así, se suelen oír. Hay gente que se automartiriza porque le parece inferior reírse y divertirse.

Estamos acostumbrados a ver a las personas muy bellas utilizar su inteligencia de formas que normalmente no se reconocen como brillantez, pero que sí lo son. Por ejemplo, las típicas misses que se casan con diez millonarios a lo largo de su juventud, probablemente son más listas que nadie para lo que hacen. Son capaces de acercarse a quienes les conviene, estar en las fiestas oportunas, desbancar a sus rivales.

La persona que ahora mismo juegue mejor al ajedrez muy posiblemente no sería capaz de llegar ni a la mitad, aunque se lo propusiera y aunque le dejaran prestado el cuerpo.