La Navidad nos dispara una variedad de emociones: ilusión, angustia, alegría, tristeza, paz, ansiedad; aprende a vivir esta maravillosa época con actitud positiva y armonía interior”.

Cualquier estímulo interno o externo, de manera directa o indirecta, puede propiciar el desequilibrio en la estabilidad dinámica de la persona, una inestabilidad de por sí difícil de combatir dados los fenómenos sociales y económicos o ambientales que nos trajo el año que termina.

Un desbalance anímico bien aprovechado por las industrias farmacéuticas, las cuales ven jugosas ganancias por el alza en ventas de ansiolíticos o antidepresivos que suelen derivarse del aumento en el nivel de estrés y que generan los gastos en exceso por las compras navideñas de compromiso, la saturación mental al tener que conciliar decisiones con las dos familias, la planeación de vacaciones y sus implicaciones económicas, tener que dar explicaciones o argumentar pretextos para evadir cuestionamientos, hacen que la navidad en algunas personas se torne una parafernalia de tareas a cumplir.

Si bien estas fechas suponen reposo, descanso, encuentros agradables, también es verdad que durante estos días se producen la mayor cantidad de consultas por depresión, ansiedad, intentos de suicidio o malestar emocional generalizado. Y es obvio, pues acercándose el fin de año, las personas funcionales tienden razonablemente a hacer un balance de las puertas que se abrieron y las que se cerraron, revisamos internamente lo conseguido y lo perdido, revivir el dolor del duelo de una persona querida o de un divorcio, las oportunidades laborales que se frustraron, los amores que no trascendieron, los conflictos que enfrentamos y los que prolongamos sin solución, son todos causa de sacudidas mentales que merecen higienizar nuestros pensamientos para calmar la ansiedad.

Doctora Miroslava Ramírez

Al acercarse la época de los villancicos y de los colores rojos y dorados, sin darnos cuenta pretendemos vernos con todos los grupos de amigos: los del gimnasio, los del trabajo, los del colegio, los vecinos, etc., empezamos a llenarnos de excesivos compromisos sociales y de planes familiares acompañados de expectativas desproporcionadas respecto a cómo se llevarán estas fechas.

En muchas personas esto acarrea pensamientos pesimistas o abrumadores de aquello que no deseamos enfrentar o tememos que ocurra, como un encuentro con personas indeseables o el temor a estar solos o a perder nuestro trabajo. En otras tantas se empieza a sentir la culpa por las compras compulsivas o la tendencia a compensar vacíos emocionales llenándonos de comida o comprando cosas. El agotamiento empieza a hacerse presente aún sin percatarnos y si nos despistamos muy probablemente acabemos rebasados por estos sentimientos mucho antes de celebrar la navidad.

Algunos disparadores del estrés navideño son la presión para reunir a todos los miembros de la familia en son de paz aspirando a que no haya conflicto alguno, ¡imposible! si esperamos la noche de Navidad para conciliar viejas rencillas estropearemos todo el escenario; cuando nos ponemos metas tan inalcanzables generamos con toda certeza grados máximos de decepción y muchas veces acabamos crucificados por salir de redentores.

Desgraciadamente para mis congéneres, las mujeres son en gran medida las más estresadas de las fiestas debido a las responsabilidades logísticas que se autoimponen como la preparación de la cena, que la casa luzca como de cuento navideño, la preocupación por acertar en cada uno de los regalos, la excesiva atención que le dan a cada detalle y la preocupación por lucir radiantes y eso sin contar los posibles trastornos del sueño que suelen aparecer ante la ansiedad generada por las cosas no planeadas o que salieron de último momento.

Así pues la Navidad nos dispara una variedad de emociones: ilusión, angustia, alegría, tristeza, paz, ansiedad, solidaridad, depresión, miedo, frustración, decepción y las consecuencias no se hacen esperar, aquí te doy algunas alternativas para que busques la paz contigo mismo durante estos días, para que priorices disminuir ante todo el estrés que propicia muchos desórdenes como el aumento de peso, riñas por la irritabilidad o intolerancia , accidentes, desacuerdos, desencantos y carteras vacías por compras no planeadas.

Cómo afrontar positivamente la Navidad

  1. Decreta que esta Navidad no generará ninguna marca negativa en nosotros.

  2. Sé flexible ante los cambios que se generen.

  3. Evita otorgar importancia a lo desagradable y cambia tu foco de atención.

  4. No esperes el regalo ideal, recuerda que ese solo podrás dártelo tú misma.

  5. Atrévete a curar heridas que has traído arrastrando de tiempo atrás.

  6. Decide, sin afanarte mucho, hacer las paces con quien consideres importante.

  7. Asume el rol de espectador y no de protagonista en las reuniones para evitar cargas innecesarias.

  8. Asegúrate de ser tú mismo una grata compañía.

  9. Promueve nuevas tradiciones en la familia.

  10. Impulsa para que se tomen la foto familiar, no siempre se contará con todos.

  11. Evita comentarios pesimistas o melancólicos.

  12. No hagas de tu sala un “ring de box”. Lo que no se logró conciliar durante un año es difícil que se resuelva en una noche. No te cargues a cuestas el rol de conciliador.

  13. Organiza juegos con los miembros de la familia que dispersen la tensión y no sean de competencia.

  14. Atrévete a negar aquello que te sea impuesto, aprende a decir NO sin culpa y sin explicaciones.

  15. No desaproveches ninguna intención de reconciliación, súmate inmediatamente a la oferta de conciliar. El perdón descarga y aliviana el camino.

  16. Deja que tu lado sensible cobre fuerza en tu interior.

  17. Realiza actividades placenteras, agradables, desestresantes y mueve tu cuerpo con ejercicio o deportes al aire libre.

  18. Centra tu atención en lo que quedó bien y no en lo que faltó, en lo que recibiste y no en lo que no te dieron, en el presente y no en lo que pasará mañana.

  19. Trata a tu cuerpo con respeto. No lo satures.

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