Los problemas de pareja son uno de los motivos más frecuentes que llegan a mi consultorio, muchas de ellas se presentan con relaciones casi devastadas o crónicamente desgastadas.

Desafortunadamente se torna común que las parejas se separan al poco tiempo de haberse establecido en compromiso, otras se divorcian de manera exprés al mínimo indicio de no poder resolver sus diferencias, en otros casos se mantienen juntos en una batalla constante de altas y bajas caracterizadas por mutuas degradaciones, ofensas, traiciones y críticas, pero ¿por qué fracasan las relaciones hoy en día? ¿cuáles son los factores que deterioran la relación? ¿acaso se puede evitar esta situación o debemos resignarnos a establecer relaciones desechables?

El conflicto en la pareja es tan diverso como personalidades existen en el mundo, sin embargo cada relación puede situar sus problemas en razones únicas fácilmente identificables a partir de la psicoterapia en donde aprenden a distinguir su problemática, la cual puede tratarse de problemas prácticos –el sustento diario, la expresión de los afectos, planes sociales, etc.-.

O pueden ser problemas emocionales, bajo control de impulsos, celos, manipulación, falta de apetito sexual, etc., pero lo que empeora la relación es cuando aparecen la rigidez en las ideas o la tiranía de cómo se deben hacer las cosas, derivándose de ello la intolerancia mutua, la agresión verbal o la violencia física.

Las personas se unen en matrimonio por diversas razones, pero desconocen aquellos motivos inconscientes que los llevan a tomar tan importante decisión. Hay quienes se casan por temor a quedarse solos, por principio social, porque “ya toca”, por despecho, por huir de su hogar de origen; en esos casos la persona se involucra en relaciones que la destruyen, humillan, minimizan, rechazan, manipulan o desvalorizan y permanecen ahí porque ese es el modelo de convivencia desde su infancia donde han vivido envueltos en el conflicto y por ende lo llegan a buscar por considerarlo un patrón conocido o normal de convivencia.

Es común que la pareja espere o exija del otro más de lo razonable o que insista en asfixiar invadiendo sus espacios, es ahí donde se deben apoyar para la solución practicando lo que yo llamo la “ley de los tres mundos”: El mío, el tuyo y el nuestro. En donde cada uno sea capaz de disfrutar de sus momentos a solas a la vez que gozar con los amigos y familia del otro sin que falte ese momento íntimo de “tú y yo”.

Todos merecemos ser amados, pero pocos interiorizamos en la gran responsabilidad que también implica la correcta elección del ser amado. Las personas inteligentes suelen ser incapaces de establecer una relación de pareja de buena calidad, la baja autoestima en ambos puede explicar esa lucha por el poder o por tener la razón que anula a ambos miembros produciendo insatisfacción constante.

Cuántas veces elegimos personas resentidas con la vida, insatisfechas, frustradas o infantilizadas que lo que hacen es cobrarnos la factura de algo que no les debemos. El primer paso para la solución radica en aprender a distinguir si estoy en una relación funcional o en una disfuncional. Las relaciones disfuncionales se caracterizan por estar en una tensión constante, comunicación deficiente, peleas frecuentes, ausencia de compatibilidad sexual y emocional, abusos, incomodidad, frustración.

Aunque todo esto pudiera parecer desolador, no siempre implica el fin de la relación. Ante un escenario de posesividad, desilusión o manipulación, la mejor opción sería intentar romper con el ciclo destructivo, es decir, terminar la relación caracterizada por el conflicto (lo cual implicará en ocasiones emprender un duelo de la misma), para entonces iniciar la reparación del vínculo satisfactorio que permita el desarrollo y el reencuentro de la pareja en una dinámica sana y diferente.

Sigue las características de una relación funcional, ellas te servirán de guía en tu meta de conseguir una relación de bienestar: Pregúntate lo siguiente ¿Estás en una relación funcional?

  • ¿Mi pareja me proporciona sensación de paz?
  • ¿Se interesan mutuamente por los logros o proyectos del otro?
  • ¿Se ayudan en la solución de los problemas del otro?
  • ¿Mi pareja me impulsa a lograr mis metas?
  • ¿Se esfuerza por ponerse en mi lugar para comprenderme?
  • ¿Logra sacar la mejor parte de ti cuando están juntos?
  • ¿Sabe sorprenderme positivamente con frecuencia?
  • ¿Tengo un lugar primordial en su vida?
  • ¿Confío en que mis secretos no serán ventilados o usados en mi contra por mi pareja?
  • ¿Podemos sostener conversaciones de confianza con fluidez?
  • Ante las discrepancias ¿Podemos llegar a estar de acuerdo en estar en desacuerdo? No se fuerzan en pensar igual.
  • ¿Nos ofrecemos una auténtica lealtad uno al otro? Cómplices positivos de proyectos y opiniones.
  • ¿Hemos soltado el cordón umbilical? Cada uno tiene una distancia asertiva con su familia de origen.
  • ¿Cada cónyuge mantiene a sus amigos y tiene espacios a solas con ellos?
  • ¿Existe deseo y afinidad sexual?
  • ¿Se intuyen y sobreentienden con una mirada o una pequeña frase?
  • Ante la crisis, ¿ambos son proactivos para enmendar desde sus propios recursos?

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