Preservar y mejorar la identidad de cualquier nación es una prioridad de la agenda pública, máxime cuando se habla de una democracia a pesar del desánimo o apatía generada por los propios políticos cualquiera que sea el país; ello exige la práctica de valores humanos sólidos por parte del Presidente en turno y de los integrantes de su equipo.

La estabilidad y la satisfacción de los intereses colectivos se lleva a cabo por parte de los servicios de la administración pública que deberán ser guiados por un líder que con su propia trayectoria haga evidente ser una buena opción, además los debates serán un buen testigo ocular ante quien demuestre tener habilidades tan básicas y a la vez tan trascendentales como para dirigir un país, por ejemplo el ser un hábil conciliador capaz de influir asertivamente al interior y en la política exterior.

Las naciones hoy en día requieren un Presidente que sea consciente y capaz de ejercer la habilidad de negociación con eficacia, lo cual implica una destreza para el manejo de sus propias emociones y por ende exige un mayor control ejecutivo personal en la toma de las decisiones nacionales, es decir, estar en la capacidad para poder administrar sus discursos sin entrar en ironías, sarcasmos, insultos o egolatrías, o peor aun mostrando una carencia de plasticidad cerebral al usar el micrófono o las redes sociales para inventarse frases o twits que solo demuestran el vacío de ideas proyectando con ello una altísima incapacidad para pensar, pues se observa inhabilidad para  mantener la atención en una idea durante un diálogo.

Todo país necesita un Presidente que sea un solucionador de problemas y no un “sociópata” que no logra ni sentir las emociones básicas como vergüenza, culpa, determinación y que sale a un medio de comunicación sin tener la remota idea de para qué está ahí o si la tiene no le importa. Es ineludible que las demandas sociales y las decisiones políticas deben ser subsanadas y tomadas con un estricto sentido de honestidad, de un convencido y auténtico sentido pro social, además de una hábil visión prospectiva para poder anticiparse al futuro de la nación.

Por lo anterior no podemos ignorar el conocer y evaluar la relevancia de un buen estado de salud mental en el líder de una nación y tomar este aspecto en consideración por encima de cualquier otro argumento, ya que de esta facultad pensante se derivará la vida social, política y económica y en donde la población que se encuentra en una mejor situación psicosocial pueda contribuir para que el actuar gubernamental realmente aterrice en acciones de impacto que se noten en la calidad de vida de las personas y que trasciendan de verdad para que no sean remiendos de temporada.

Las características que debe tener un candidato al servicio de cualquier nación deben incluir varias habilidades cognitivas, humanas y conductuales. Te invito a que revises si el candidato de tu elección cuenta con estas habilidades no deseables sino exigibles para un líder con esta encomieda:

  1. Un criterio apegado a la realidad. Esto es, que sus creencias sean tan sólidas que no se permita dejar ir sus emociones sin control, que sus pensamientos negativos pueda administrarlos para que no se conviertan en acciones antimorales o antiéticas influyendo de manera vergonzosa y desproporcionada en sus decisiones.
  2. Madurez intelectual
  3. Ser hábil mediador y conciliador
  4. Apegado a la moral
  5. Juicioso
  6. Habilidad para expresar de forma clara y asertiva sus ideas 
  7. Hábil en el discurso (que se deriva de una función ejecutiva mental)
  8. Diplomacia
  9. Consciencia global y no sintética
  10. Estabilidad emocional para gestionar sus emociones y canalizarlas de manera precisa
  11. Innovador con tendencia hacia la actualización
  12. Empatía avanzada. Ausencia de egoísmo, ser capaz de salir de su propio “yo”
  13. Estratégico y táctico
  14. Responsabiliza y hace responsables a los miembros de su equipo

Características indeseables y peligrosas en la personalidad de un Presidente:

  1. Sensible a la crítica: incapaz de reconocer sus fallas y crecer a partir de ellas
  2. Poca o nula capacidad de concentración: no responde a una idea o pregunta específica de manera coherente.
  3. Obediencia irresponsable: su meta está en hacerse obedecer
  4. Fanático y fundamentalista: premia según docilidad y falta de escrúpulos, por su falta de conciencia entre lo correcto y lo incorrecto. Amenaza con vengarse si las cosas no salen como él dice.
  5. Paternalista: “no enseña a pescar” sino que se hace necesario para los demás
  6. Evasivo: no logra sostener una conversación ni ser auténtico
  7. Obstinado: No cambia de posición hasta caer en lo necio
  8. Baja cultura del respeto
  9. Autoconmiserado: “pobre de mí, todos me atacan”. Al sentirse paranoico puede volverse egocéntrico capaz de destruir y oponerse a las reglas llegando al delirio persecutorio y llevar a cabo represiones masivas de enemigos imaginarios.
  10. Mediocre y con complejos: resultan demasiado peligrosos si llegan al poder, pues serán traidores en cuanto tengan ocasión.
  11. Baja autoestima: lo cual lo convierte en soberbio o “valemadrista”, se considera a sí mismo superior imaginando ser capaz de hazañas imposibles y espectaculares convirtiéndose a la larga en un dictador cuanto más alto llegue.

La salud mental se puede observar, medir, prever y modificar en muchos casos; su impacto en una sociedad es una directriz de progreso o fracaso, de bienestar o de enfermedad. Tener en cuenta la información que nos pueda dar dirección a una mejor decisión, siempre es importante.

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