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Alguna vez habrá sentido orgullo por algo?

¿Sabrá al menos qué es pisar un campo universitario tan ¡Majestuoso! Como imponente.

Tatuarse en la piel el espíritu ¡Puma! Que significa valentía e inteligencia.

Rugir como éste con la garra de la ¡Libertad!

Ondear esos colores que brillan más que el oro.

No lo creo, porque en sus actos revela lo triste de su existencia.

La necesidad de brillar con el ¡Ataque! Y la ¡Mentira!

Ahora a la UNAM a quien desprecia.

A quien ¡Calumnia!

¿A quién más le hace falta hacer daño, ofender, menospreciar, ¡acusar! Para plasmar ¡Odio!?

No se equivoque señor presidente, ¿qué sabe usted de educación crítica?

¡Qué sabe! Cuando se rodea de vasallos, sumisos y serviles.

Cuando menosprecia la enseñanza que nos hace ¡Libres!

Aquella que nos hace pensantes, críticos, de argumentos, sin frustración ni odio.

Que te enseña el valor de la

¡Dignidad! Y la ¡Lucha! Por ideales, sin la mezquina ambición.

Universidad, sí, con ¡Libertad! De cátedra.

¡UNAM! Que arroja a mujeres y hombres pensantes y ¡Libres!

¡Pobre hombre usted!, que escupe odio para contagiar su amargura de no sentirse ¡Universitario!

Qué sabe usted lo que imparten en la UNAM, si no conoce ni las asignaturas de la Facultad de Derecho.

Mejor haga conciencia y valore, como lo hacen en el

mundo a esa ¡Máxima!, ¡Máxima! Casa de Estudios.

¡Pobre! Pobre que ahora tiene que emular a Ordaz y a Echeverría.

¡Pobre! Que no sabe ni qué es erizar la piel cuando se escucha el grito de ¡Goooooya, Gooooya, Universidad!

Pobre hombre que ni caminar lo hace con garbo.

No sabe lo que es añorar sólo el césped de CU.

Tampoco sabe que es tirarse en esas islas y contemplar desde ahí la majestuosa ¡Rectoría!

Triste hombre de minúsculos alcances y de fracturada alma.

Veo su acabada figura y su lamento de frustración, que me hacen recordar lo orgullosa que estoy de ser egresada universitaria.

Incluso, me hace retroceder y comparar su lamentable figura con aquella, tan diferente y abismal en criterio con Fernando Benítez.

Con ese maestro que aún entrado en años y en su senectud, no desvariaba.

Nos mostraba y enseñaba ¡Arrojo!

A quienes estudiamos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, nos empujaba a no ser ¡Sumisos!

A buscar la ¡Libertad! De pensamiento.

La ¡Libertad! De escribir, la ¡Libertad! De criticar.

Un hombre de reconocimiento a los pueblos indígenas, que usted debería retomar:

“Me dieron una lección inolvidable; me enseñaron a no creerme importante, lo cual ha sido decisivo en mi vida. A pesar de mis arranques de orgullo”.

Una humildad de un maestro universitario que a usted le falta aprender.

Y una crítica que usted confunde y cree comprada.

Una libertad que su frustración lo lleva a atacar con la mentira.

Triste su vida.

Lamentable su ser que se somete a su ¡Mediocre! Pensamiento.

Entiéndalo, logró ser presidente, ¡Jamás universitario!

Y escúchelo bien: Por mi raza, hablará ¡El Espíritu!