La vida es tan corta como para detenernos en las cosas que parecen ser lo peor. Mantenernos motivados cuando las cosas se ponen difíciles debe ser uno de nuestros principales “combustibles”: la automotivación ante la adversidad.

La tendencia de la mayoría de las personas ante tiempos difíciles es desesperarse o ponerse pesimistas, pero hay otro grupo de personas que ven la adversidad como una oportunidad y no como una amenaza, pareciera que ante el peligro les prenden un botoncito que activa su creatividad y que los entusiasma a buscar en su mente nuevas formas, alternativas, soluciones, pareciera que están felices de haber sido desafiados y esto les lleva a escudriñar en su caja de “herramientas humanas” y ver su arsenal.

La realidad es que podemos elegir cómo enfrentar lo que de momento no podemos cambiar. La clave para mantenerse motivado es evitar distraerse en la desesperanza y concentrarse en buscar internamente el beneficio de esa nueva condición, estar preparados para lo peor esperando siempre lo mejor.

Soy testigo personal de que la adversidad siempre nos desbarata y nos vuelve a armar. El ser humano precisa usar a su favor el dolor de una experiencia. Aunque a veces parezca una desgracia o un accidente, lo que nos afecta no es lo grave que ocurre sino lo que decidimos hacer ante eso que está sucediendo.

Algunos, por ejemplo, deciden quedarse desarmados para que alguien más venga a reconfigurarlos; otros deciden rearmarse en nueva versión de sí mismos liberándose de su antiguo yo, otros más deciden emprender la búsqueda del culpable que los desbarató y distraídos en encontrar al responsable, dejan de buscar soluciones a su problema.

Recuerdo, a propósito de crisis, la escasez de combustible que vivió buena parte del país al iniciar el año 2019, escuchaba a mis estudiantes y a mis pacientes comentar lo increíble de las avenidas y calles libres de tránsito, y hasta parecía haber un aire de serenidad y calma en algunas personas que optaban por usar el trasporte alternativo como la bicicleta o incluso caminar al trabajo si acaso era factible.

Aunque también me tocó presenciar la desesperación de algunas que incluso llegaron a los golpes o a lo ilegal por conseguir gasolina. Siempre existen al menos dos opciones ante las dificultades: te debilitas y colapsas o cooperas siendo flexible durante la crisis y en el camino de esa transición logras crecer.

Muchas personas agotadas y llevadas a su límite por el hartazgo de la situación pueden llegar a preguntarse ¿y qué hago con mi coraje y mi frustración? El enojo y la frustración son formas de dolor, pero la convicción de mantenernos de pie en vez de derrumbados exige enfrentar la realidad en vez de evadirla con rabietas, demanda usar nuestra pasión para comprometernos con nosotros mismos y seguir empujando hacia adelante, exige confianza en ti mismo para aportar a los demás y sumar esfuerzos. La adversidad clama el despertar de nuestros talentos dormidos y pone a flote nuestra empatía con nuestros semejantes. Encuéntrate a ti mismo y mide tu crecimiento después de cada crisis.