He dejado pasar unos días para responderte con toda paz y serenidad a la cascada de blasfemias con la que inundaste todos los informativos de las televisiones que gratuita y generosamente te sirvieron de plataforma y altavoz para ofender con saña y rabia a millones de creyentes (cristianos, judíos o musulmanes), que tenemos la fortuna  de creer en Dios y de quererle con cariño filial.

No escribo estas letras al Willy actor sino a Guillermo hijo de unos padres a los que te refieres en una entrevista de la ETB vasca de marzo de 2016, con mucho respeto y cariño porque te trajeron al mundo, te criaron, te educaron  e incluso te ayudaron a salir de una profunda depresión, según relatas en dicha entrevista.

En la inútil cruzada contra el mundo que has emprendido, producto seguramente de tus convicciones pero también de tus frustraciones, fracasos o contradicciones personales, quizás no has caído en la cuenta de la injusticia que has cometido. Me gustaría que dominaras un poco tu lengua y sosegadamente reflexionaras  sobre el por qué de tus odios y la infelicidad que trasluces en tus exabruptos a Dios y a la Virgen.

Lo de menos, Guillermo es que un juez humano te condene o absuelva, a mí eso personalmente ni me preocupa ni lo espero, lo importante es que en un momento de reflexión personal, llegues al convencimiento de que no hay mayor revolucionario en nuestra sociedad que aquel que  predicó el Amor y la Libertad y que terminó condenado, azotado u y ejecutado en una cruz…¿no crees que eso fue una injusticia tan grave como la que en nombre de tu revolución personal has emprendido de palabra contra los que hoy le seguimos?

El filósofo Max Scheler afirma que una persona resentida se intoxica a sí misma. Se siente herida, de ahí no se mueve. Ahí se recluye, se instala y se encapsula. Queda atrapada en su pasado. Da pábulo a su rencor con repeticiones y más repeticiones de lo mismo. De este modo termina arruinando su vida. No creo que tus padres a los que tanto respetas quieran eso para ti.

Si  no te sientes a gusto en tu propia piel ni tampoco contigo mismo como parece traslucirse de tus ofensivas blasfemias, haz un esfuerzo personal y al menos reconócelo y pídele a tus padres que desde el más allá te ayuden en el largo camino que debes recorrer para encontrar al enemigo que en tu propio interior te impide ser feliz.