A escasos días ya de depositar nuestros votos para la triple elección que debe configurar  la nueva composición de municipios, parlamentos autonómicos y parlamento europeo y  a menos de un mes de los anteriores comicios que se han celebrado para elegir a diputados y senadores, no se puede decir que vislumbremos un horizonte de estabilidad y normalidad en la gobernanza de los intereses que son gestionados desde las distintas administraciones e instituciones del Estado.

Si convulso y enervante fue el final de la anterior legislatura con Pedro Sánchez presidiendo un  gobierno de izquierdas, frentepopulista, atípico y emergente como consecuencia de una frustrante moción de censura al presidente Rajoy, la que se avecina después de la nueva composición del arco parlamentario nacional no augura precisamente una temperatura primaveral sino más bien un tormentoso invierno que nos inundará con una fuerte granizada, adornada de los mismos fatuos y vacíos discursos, además de las ya habituales posturas irreconciliables de tirios y troyanos.

Paco de la Torre y Jorge Hernández.

Está suficientemente acreditado que el centro derecha, representado por el partido popular y su joven líder Pablo  Casado, ha sufrido un fuerte varapalo de su electorado tradicional y VOX ha fagocitado parte del descontento que aglutinaba la derecha más conservadora de las siglas que él representa. Ciudadanos ha seguido su línea ascendente al beneficiarse de la indefinición de su espacio ideológico y electoral pero dejándose llevar al mismo tiempo por la acertada estrategia del partido socialista para incluirlo en el cesto del centro derecha y así alejarlo de sus potenciales votantes de centro izquierda que pudieran buscar refugio en el liberal o socialdemócrata Rivera.

Consecuencia también de los resultados electorales del día 28, es la nueva composición del ala izquierda del mapa político español. El binomio Pedro Sánchez/Iván Redondo ha conseguido recomponer una buena parte del partido socialista a costa de radicalizar su discurso para  aprovechar el desaguisado y las incongruencias de Pablo Iglesias con su aburguesamiento habitacional, su sovietizado autoritarismo y su persistente proximidad hacia los independentistas catalanes y batasuneros/etarras.

Por otra parte el encarcelamiento del misionero Oriol Junqueras le ha reportado pingües beneficios políticos, consolidando a su formación política en Cataluña, lo que le permite llevar la voz cantante del republicanismo independentista y una mayor capacidad de presión para incomodar al “dialogante” Sánchez y quizás arrinconar al dúo Torra-Puigdemont sumidos en una espiral endiabladamente antiespañola. Un PP prácticamente desaparecido en tierras catalanas, unido a su penosa debacle existencial en el País Vasco y al aparatoso  histrionismo de Iceta, capitán del PSC y muy veleidoso con el nacionalismo catalán, anuncian la necesidad urgente de un cambio estratégico del partido popular en las dos comunidades autónomas.

Este tercer round que ahora tienen que encarar los partidos políticos y sus líderes respectivos tienen aspectos relevantes que los distancian de la anterior confrontación nacional y en el que influyen dos elementos importantes. Por una parte una mayor proximidad al ciudadano de los candidatos municipales y autonómicos, además de una mayor  y más detallada valoración personal de su gestión y por otra un total alejamiento e indiferencia hacia los candidatos al parlamento europeo. Es evidente que ello va a incidir en el peso de las siglas en una u otra elección y consecuentemente en la lectura que del resultado de las urnas , hagan los analistas y partidos para sus posicionamientos respectivos a la hora de entablar y adoptar acuerdos de gobierno a nivel nacional o local y regionales.

Ante un panorama tan fragmentado no resulta nada fácil aventurar lo que puede resultar de este complejo rompecabezas y en especial para alcanzar lo que es más importante: el bienestar, el desarrollo y la pacífica convivencia de los españoles. El Partido Popular no está en sus mejores momentos, pero lejos de entrar ahora en la innecesaria valoración  de lo sucedido en estos últimos meses y especialmente en la última campaña electoral, se hace obligatorio y más aún para los que hemos tenido el honor y el privilegio de haberlo representado en las instituciones nacionales e internacionales, pedir un esfuerzo adicional de sus dirigentes y militantes para reivindicar y defender el legado de tantos miles de afiliados y cargos públicos que se han dejado la piel honradamente en la defensa del partido y de España.

Debemos seguir reivindicando y demostrando con hechos y no solo palabras, que somos los únicos capaces de aunar el centro derecha español desde la moderación pero también desde la firmeza, la flexibilidad y la paciencia para recuperar el terreno perdido. En estas próximas elecciones  la gestión, la experiencia y la eficacia son los argumentos a tener en cuenta para encarar con éxito las elecciones municipales y autonómicas. Las europeas merecen otro análisis de diferente orden que no conviene mezclar en este momento. Como bien señalaba Cánovas del Castillo  “a mí me convencen los argumentos o me convencen los hechos, cuando pasan por el crisol de la experiencia”, y de esa experiencia anda sobrado el partido que hoy preside Pablo Casado.