Dra. Miroslava Ramírez Sánchez

Siempre que hay elecciones en alguna alcaldía, municipio o país, el suceso como tal suele generar gran relevancia a nivel de nuestra salud mental, gran parte de la población suele sentirse afectada por una corriente de ansiedad y angustia producto de la explosión de noticias diarias sobre el proceso electoral.

Sin importar quién ganó la elección, hay quienes sufren su decepción o aquellos que están en la explosión de la alegría. El sufrimiento mental causado por una alteración de la visión de la realidad tiene ciertos signos y síntomas: aislamiento, desinterés, amargura, inapetencia y preocupaciones excesivas acerca del futuro de la población.

Por fortuna, el proceso como tal concluye y podemos dar un profundo respiro. Sin embargo, esa transición genera en muchas personas una incertidumbre post-electoral tanto para los victoriosos como para los que no simpatizan con la resolución democrática final. 

En otros años era poco común que mis consultantes se sintieran movilizados o trajeran al consultorio padecimientos emocionales tales como dificultad para concentrarse, insomnio, irritabilidad con los miembros de la familia e incluso un bajón en su líbido derivados de la incertidumbre por el clima político, nunca había visto nada con este nivel de estrés producto de un cambio de gobierno, incluso en adultos jóvenes o millenials.

Las diferencias y discrepancias que se generan entre amigos, compañeros de trabajo, incluso entre seres queridos a partir del intercambio de opiniones que caracterizan una contienda política provoca un trance de hostilidad y de susceptibilidades que agita el ambiente social y potencia el trastorno de estrés electoral.

Este trastorno afecta los centros de estrés del cerebro, en particular el centro emocional (o sistema límbico) que afecta a su vez nuestra química mental y psicológica producto de las sensaciones de miedo, enojo, frustración, impotencia y hasta resentimiento que los debates y los discursos polarizados y las visiones incongruentes o ambiguas de los candidatos despiertan en nuestra población.

Esto genera una oleada de nuevos órdenes de gobierno y de nombramientos ejecutivos que pueden hacer que parte de nuestro cerebro recuerde las frustradas ilusiones puestas en un candidato y al contactar con la derrota del favorito sobrevenga una sensación de desánimo y desconfianza ante las instituciones acompañado de un intenso pánico frente al futuro. 

En la mayoría de las personas este padecimiento transita si se permiten ocupar su mente dando prioridad a los eventos de la familia, la salud o el trabajo. Es recomendable que las personas sigan estando comprometidas con la realidad y trabajen en la aceptación o que aquellas que aún mantienen su idea de “ser salvados” por el nuevo gobernante aterricen ideas de autonomía e independencia.

Para combatir el estrés postelectoral es sano dirigir la atención a otras cosas que generan motivación y disminuyen tensión, tales como empezar a idear proyectos de progreso personal, financiero y familiar que puedan poner en juego la propia capacidad para proponer y ejecutar nuevos ideales.

También es útil realizar tareas de relajación como pasear al aire libre, leer un buen libro, pasar tiempo con amigos, limpiar el clóset, cabalgar, canotaje, hacer cosas novedosas que despierten interés al cerebro y lo comprometan en una dirección más creativa, industriosa y optimista.

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