Es evidente que la situación económica es importante para la vida diaria de los ciudadanos. En estos momentos tenemos una inflación y unas cuentas públicas desbocadas. Además estamos atravesando momentos de enorme dificultad como consecuencia de fenómenos climáticos, naturales o derivados de una trágica y dolorosa guerra en Europa. Lo que demandamos nuestros compatriotas en general y especialmente los más necesitados es un gobierno que nos ayude, que aporte certidumbres y que no aumente nuestras penurias.
Lo preocupante es que junto a este «ruido» de diarios enfrentamientos mediáticos y partidistas que persiguen entre otros objetivos, el de conquistar la confianza de los seguidores y votantes en las próximas elecciones municipales y autonómicas, el Gobierno de Pedro Sánchez está colando por la puerta de atrás una serie de leyes de hondo contenido ideológico con la aspiración de transformar la sociedad española desde sus propias raíces milenarias.
Mi opinión es que al menos, algún portavoz autorizado del partido, debería oponerse públicamente a toda esta serie de barbaridades ideológicas que atentan contra las libertades de una parte muy importante de la sociedad española. Es una agresión constante a su cultura, sus convicciones morales o religiosas y una inaceptable intromisión del Estado en cuestiones que afectan a la educación familiar y a la libertad de conciencia de los profesionales sanitarios, como es el caso del aborto y la eutanasia.
«Somos el partido de las personas. La persona es, desde nuestra perspectiva humanista cristiana el centro, el inicio y el fin de toda nuestra acción política. En el Partido Popular creemos que el verdadero actor del cambio social es la persona…» Así reza el preámbulo de los Estatutos, y a la defensa de estos valores estamos obligados desde la oposición o desde el gobierno, militantes y dirigentes.