Deseo pedir disculpas  porque el jueves pasado  me secuestró ese misterioso virus enemigo de la humanidad, conocido como COVID-19 y que tanto estragos está haciendo en la salud y en la vida de millones de personas en el mundo. Afortunadamente la variante que me ha visitado ha sido despedida con cajas destempladas mediante una buena dosis de paracetamol, lo que me ha permitido reencontrarme con todos mis lectores.

Dos años y medio de pandemia  nos han obligado a cambiar muchos hábitos y costumbres. SI a esta desgracia le sumamos las indeseables consecuencias de la guerra desatada por la invasión de Rusia sobre Ucrania y el triste espectáculo que nos ofrece todos los días la parodia en la que Sánchez y sus socios han convertido la política nacional, es comprensible que los españoles nos sintamos atacados de una especie de delirio o confusión mental.

Esta misma confusión es la que me ha causado un incidente con la red social Twiter de la que soy usuario. Durante el transcurso de una amable conversación con el director de un importante medio de comunicación nacional,  y al referirme a la actual situación del PSOE escribí textualmente que “van a un suicido colectivo”. La reacción de la red fue inmediata: “limitamos de forma temporal algunas de las funciones de tu cuenta”, a lo que añadieron esta peregrina explicación: “incumplir las reglas que promueven el suicidio o las autolesiones”.

La gravedad de este hecho no reside en el disparate que en sí supone la razón que aluden los administradores para censurar mi libertad de expresión en esa red de comunicación social, sino en la creciente opresión a la que nos quieren someter los “controladores del pensamiento” como ya profetizó Orwell en su obra 1984. “Los ciudadanos eran espiados y sancionados por “pensar mal” hasta convertirlos en nopersonas”, tal y como aventuraba en su afamada novela.

La disyuntiva está clara. O nos abandonamos en manos de robots sin alma que nos vigilan constantemente a través de las nuevas tecnologías que manipulan  los poderosos para tiranizarnos o nos mantenemos vigilantes ante esta nueva realidad y nos rebelamos contra esta nueva forma de esclavitud. Decía George Washington que “si nos quitan la libertad de expresión nos quedamos mudos y silenciosos y nos pueden guiar como ovejas al matadero”

Para no permanecer mudos y silenciosos, el derecho al ejercicio de esa libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana y todo hombre debe prestar a cada cual el respeto a ese derecho aunque lo ejercite a través de un medio de comunicación tradicional o en cualquiera de las redes sociales al uso. Ahora más que nunca me siento obligado a difundir la libertad y la verdad en cualquier foro o redes sociales que me apetezca ¿cómo si no iba a defender la libertad personal de los demás?