Aníbal Endara fue un pintor retratista de origen ecuatoriano que se estableció en Colombia, conocido especialmente por sus retratos de oficiales y mandos militares (ejército, armada y aviación).
Nacido en Ecuador y afincado en Colombia, el maestro Aníbal Endara, es reconocido por sus retratos de oficiales, mandos militares del ejército nacional, la armada nacional y la aviación del Estado colombiano, fue el encargado de plasmar en un lienzo la memoria del Gran Almirante Padilla.
Su primera obra la realizó para la galería del comando general en 1996. Su técnica y retratos de diversos generales, lo convirtieron en el retratista oficial de las Fuerzas Armadas de Colombia.
La pintura del héroe y mártir de 1.21 de alto por 0.78 metros de ancho enmarcada en dorado. exalta su origen guajiro del corregimiento Camarones y de su madre Wayuu y su padre negro.
En la pintura el almirante pareciera mirar el firmamento, mientras sujeta el timón de rueda de una embarcación. Al fondo, en azul se confunden el cielo con el mar resaltando la figura y uniforme de José Prudencio Padilla.
En el Salón de Estado Independencia el óleo del almirante estará junto a Francisco José de Caldas, del pintor Luis Carlos Valencia (1963), el prócer José María Córdoba, del también pintor Guillermo Camacho (1980) y de otra pintura de Antonio Nariño realizada del músico y retratista colombiano Ricardo Acevedo Bernal (1917).
A la memoria Maestro Aníbal Endara «Artista inmortal, padre eterno»
«Hoy las palabras tiemblan en mis labios, porque hablar de ti, papá, es recorrer un mundo entero de emociones. No solo fuiste un artista excepcional, dueño de un talento que brotaba como agua clara de manantial, sino que fuiste también mi guía, mi ejemplo, mi raíz más profunda.
Tu arte no era solo técnica; era alma. Cada trazo, cada color, cada nota que salía de tus manos llevaba tu fuego interior. Enseñaste a muchos, formaste generaciones, pero más que nada, dejaste una huella imborrable en quienes tuvimos el privilegio de conocerte. Como padre, fuiste luz. Me enseñaste que la pasión no se negocia, que la belleza está en lo simple, y que el arte –como la vida– debe vivirse con entrega total. Recuerdo nuestras caminatas, tus consejos a media tarde, tu mirada cuando creabas. No eran palabras, era presencia.
Hoy tu cuerpo ya no está, pero tu obra sigue hablando, sigue respirando, sigue enseñando. Y yo sigo aprendiendo de ti, cada día, cada vez que me detengo a mirar el mundo con tus ojos. Gracias, Maestro. Gracias, papá. Te celebro, te honro, y te llevo conmigo por siempre». Patricia Endara.
 
		 
		