Honduras avanza hacia las elecciones generales del 30 de noviembre con el escepticismo de una nación que no termina de sanar.
Y es precisamente en ese contexto de fragilidad donde la política vuelve a encender sus viejas brasas. Los partidos mayoritarios —Partido Libertad y Refundación (Libre), Partido Nacional de Honduras (PNH) y Partido Liberal de Honduras (PLH); — se han visto envueltos, en los últimos días, en una serie de acusaciones mutuas por irregularidades. Audios filtrados y posteriores deslindes públicos entre figuras políticas y de gobierno, han vuelto a erosionar la confianza en el sistema electoral.
“Honduras figura con niveles sin precedentes de violencia política y polarización intensa”, señala el Índice de Vulnerabilidad Electoral 2025-2026, mientras organizaciones nacionales e instancias internacionales advierten sobre prácticas que podrían poner en entredicho la credibilidad del proceso.
Al mismo tiempo, la libertad de prensa atraviesa un momento delicado. Reporteros Sin Fronteras (RSF), y diversas entidades especializadas han denunciado un clima de vigilancia, intimidación y control sobre la información pública en el marco electivo.
En las calles de Tegucigalpa y de otras ciudades del interior se respira un aire tenso. La confrontación ha dejado de ser ideológica para volverse personal, visceral. Hoy, hablar de política en voz alta puede bastar para encender una disputa.
Todo esto ocurre mientras la ciudadanía percibe el deterioro del Estado de Derecho: las instituciones lucen frágiles, la verdad se ha vuelto alternativa, y la justicia, lejos de ser ciega, observa con una venda semitransparente que deja pasar sus propias conveniencias.
Un analista político del Instituto Universitario de Opinión Pública lo resumía así: “No hay un solo poder en Honduras que no esté en disputa, y cuando todo está en disputa, la democracia se vuelve rehén del miedo”.
Las encuestas: entre cifras y desconfianza
Los números pueden ser precisos, pero en un país donde la verdad se ha manipulado tantas veces, la exactitud ya no basta.
Los sondeos, lejos de aportar claridad, han abierto una nueva batalla por la percepción pública. Los resultados varían de forma considerable entre las principales casas encuestadoras: Según la CID Gallup y Le Vote, Salvador Nasralla lidera la intención de voto; en tanto, CIRCAL y Paradigma ubican a Nasry “Tito” Asfura cerca de Nasralla, mientras que Rixi Moncada muestra un aumento moderado en algunas mediciones.
Estas discrepancias reflejan algo más profundo que una simple variación metodológica: la pérdida de credibilidad en las mediciones mismas.
Un 24 por ciento de los hondureños aún no decide su voto y, entre quienes sí lo han hecho, muchos dudan de que su papeleta llegue a contarse.
Esa es la herida más profunda de Honduras: la pérdida de fe en la democracia. Una herida que no sanará con discursos ni promesas, sino con hechos que devuelvan la confianza y el respeto por la voluntad popular.
Una nación que gime por un cambio
Desde la distancia, quienes seguimos la realidad hondureña sentimos el pulso de una Patria que, más que pedir una transición de color político, clama por un cambio de conciencia nacional.
No es solo el resultado de los comicios lo que está en juego, sino la esperanza de reconstruir una estructura que mire al país con ojos nuevos, con amor, que devuelva la dignidad a la ciudadanía y que deje de usar el voto como moneda de cambio o trampolín de poder.
Creer de nuevo será, para el nuevo gobierno y su pueblo, el primer acto de reconstrucción nacional.
Encuestadora Nasralla Asfura Moncada Indecisos
CID Gallup / Le Vote 26% 21% 14% 24%
CIRCAL 20% 27% 13% 25%
Paradigma 22% 24% 16% 23%
Tracking Research 24% 22% 18% 21%
Las cifras varían según metodología y fecha de levantamiento. Fuente: compilación de medios nacionales y casas encuestadoras 2025.



