Se trata de un relato no ficcional sobre el asesinato de Ana María Rivarola en 1974.
Por: Florencia González
@florgonzalezperiodista
En algún rincón de los recuerdos de Sonia estaban los de una muerte, una niña y una iglesia. También, los del temor, el silencio y la angustia.
Este femicidio infantil, fue en 1974. Hacía pocos meses que había muerto el general Juan Domingo Perón.
Ana María Rivarola, tenía ocho años cuando fue violada y asesinada en la parroquia del colegio al que asistía, el San Marcelo, de la localidad bonaerense de Don Torcuato.
Tiempo más tarde, Sonia – que actualmente se especializa en psicología y preside la Asociación Civil «Aralma» – decidió indagar, investigar, escribir y reconstruír la historia de la niña violentada, víctima de infanticidio, un delito que quedó en la nada y que muchos a su alrededor callaron, se cree por miedo, ya que era una época oscura para Argentina, pues faltarían dos años para el gran golpe de Estado y al estar tan cerca de Campo de Mayo, era una ciudad totalmente militarizada.
Sonia buscó testimonios, pruebas, datos para poder reconstruír una historia que quedó silenciada, invisibilizada en una época en la que de «femicidios» no se hablaba.
Ana María Rivarola fue violada y asesinada con la soga del campanario de la iglesia.
Ana María pidió ir al baño en la escuela, y nunca más regresó a su aula.
Sonia Almada era vecina de Ana María Rivarola y en aquel entonces tendrían la misma edad.
En palabras de Sonia:
«De algún modo yo siento que se logró una justicia poética. Es un crímen que ha sido invisibilizado y ocultado con una impunidad avasallante y bestial. Hubo silencio, o si se hablaba se hacía de una forma privada. Como primera sensación siento una especie de alivio, de reparación hacia Anita Rivarola. Quedó impune para la justicia, pero que no quede olvidado», manifestó Sonia Almada.
Además, señaló que: «No se le puede quitar la vida a una niña y que no pase absolutamente nada. Cuando la recuerdan o la nombran en una nota, en radio, diarios o televisión, algo de justicia se jugó.
Algo que noté y sentí después de escribir el libro, en la presentación que se dio en Don Torcuato, fue que el trauma social todavía sigue presente. Fue muy conmovedor escuchar a las personas que acompañaron ese día, lo que pasaron o los que conocieron a Anita; familiares, amigos, primos, etc.».
Un dato revelador
«Ninguna persona de las que entrevisté para el libro, ni los que estaban en la presentación sabían que antes de matarla, a Ana la habían violado.
Pude ver la angustia, el trauma social en esa gente.
Aquello de lo que no se habla, no existe. Estaban todos muy marcados por ese crímen impune. Toda la localidad de Don Torcuato.
Hasta habían llegado a decir que el crímen se trataba de un mito urbano, o un método para asustar a los nenes.
Por otro lado, me motorizó para seguir escribiendo sobre las infancias y sobre los crímenes en la infancia», concluyó la autora.