El impacto de la pandemia por COVID-19 no ha sido solo en la salud de miles de latinoamericanos, otro rubro significativo y no menos castigado es el de la educación que, más allá del acelerado proceso de adaptación al sistema en línea que debieron hacer las instituciones educativas en el primer semestre de 2020, ahora enfrentan uno más grave, principalmente las escuelas particulares: el de la deserción estudiantil.

Para muchos jóvenes el tomar clases en línea no ha sido sencillo, una buena parte las consideran tediosas o cansadas, con todo y el esfuerzo supremo y de recursos de toda índole que implican para cualquier docente, pero vamos, no es en sí el profesor en turno, es más bien la actitud generacional que, ante una pantalla (algo tan común con los jóvenes de hoy), la dinámica visual no es la misma y terminan distraídos con algún otro tipo de dispositivo por distintas razones.

Así, la deserción en este ciclo 2020-2021 ha repercutido financieramente en todas las instituciones de enseñanza, ya sean públicas o privadas, en estas últimas al grado de tener que hacer recortes significativos en su plantilla docente y administrativa para intentar sobrevivir a la merma de matrícula.

En Colombia las universidades decidieron otorgar descuentos en la inscripción que oscilaron entre el 10 y el 80 por ciento y aun así un 16% de alumnos ha dejado sus estudios; en Bolivia la deserción alcanzó el 35% en el nivel superior, de acuerdo al reporte del Maestro René Polo, Presidente de la Asociación Nacional de Universidades Privadas; en Perú la deserción había golpeado (hasta septiembre) al 18.6% de universitarios de acuerdo al Ministerio de Educación, de manera específica refleja un 9,85% en el sector público y 22,5% en el privado; México no es la excepción, aunado al reporte de la OCDE en donde sólo el 38% de los matriculados en el nivel superior logra terminar sus estudios y si añadimos que serían más de medio millón de universitarios los que estarían dejando las aulas en medio de esta pandemia, las repercusiones cobrarán una alta factura académica.

El inicio de este 2021 se acompaña de los primeros resultados de la vacuna contra el Covid y habrá que observar su evolución, pero el antídoto que buscarán las universidades deberá inyectar un esperanzador regreso presencial a clases a corto plazo, algo que anhelan las instituciones, los profesores, los alumnos y hasta los mismos padres de familia. Si bien ya se anticipan fechas, lo cierto es que para Latinoamérica podría ser en marzo o abril si es que logramos controlar el índice de contagios durante el mes de febrero y permanecer al menos un mes en semáforo verde y hacer resucitar a la educación presencial en su urgente regreso para la vida de todo país.

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