Con ocasión del debate electoral que alfombraba la carrera hacia la presidencia de la República Francesa en el año 1974 y harto de las continuas provocaciones retóricas del líder socialista Miterrand, Giscard le espetó: “usted no tiene el monopolio de los sentimientos”.

La izquierda allende corrupta (recordemos que el primer caso acreditado de corrupción política en España con la contrata de basura de Alicante es un calco de la del Partido Socialista Francés) y aquende irremisiblemente antinacional, enarbola el sentimentalismo cretinoide y falsario a falta de ideas que nutran su credo.

Como en las mejores series de televisión y de los productores de “justicia social”, “el cambio climático es el mayor desafío de nuestro tiempo” o el infame Aquarius, llega una nueva entrega: “con la exhumación de Franco ha vencido la democracia”.

¿Qué democracia cum fraude, la que trajeron franquistas y comunistas cuando la PSOE era un calandrajo político?, ¿qué democracia cum fraude, la de las checas del Frente Popular?, ¿qué democracia cum fraude, la que te ha permitido mercar entre unánimes del Supremo la sentencia del 1-O?, ¿qué democracia requetecum fraude, la que blandes a conveniencia en nombre del más abyecto guerracivilismo para profanar tumbas?

La repugnante exshowmación del general Franco no es un mero constructo de mercadotecnia política, sino de restablecimiento de la legitimidad del Frente Popular. Una manera miserable de enmendar y enterrar el espíritu de la transición, la paz civil y la concordia nacional. En síntesis, un obliterar la monarquía: “institución franquista y opresora” (sic) incluida en el infame acuerdo de Pedralbes.

Ya ha anunciado la trifálica ministra de Justicia, que este es sólo el comienzo de un macroproceso profanador y necrófago de los 34.000 finados yacentes en la abadía. Naturalmente, después de Franco vendrá la cruz del Valle y la Corona.

A moro muerto, gran lanzada. Porque la guerra que ellos anunciaron, teorizaron, provocaron y felizmente perdieron pretenden ganarla ochenta años después. Ya los conocemos, gravitando sobre la ley y contra la ley, fue lo que se dio en llamar democracias de nuevo cuño. Montoneros de legalidad, felones desorejados, carroñeros de las instituciones, baladrones de BOE. Ese es el PSOE.

El Talmud recoge que una una justicia en cuadrilla, o sea, por unanimidad, ha de ser automáticamente invalidada por su iniquidad. Pero siendo esto de una fenomenal gravedad al igual que sacar un muerto de su fosa según dicterios del Gobierno, lo que carece de precedentes (con permiso de la China comunista y de la dictadura norcoreana) es impedir a una familia dar sepultura a su deudo donde plazca.

Si en sórdida comandita ha sido la actuación judicial, la de PP, C´s e Iglesia ha sido casi peor. Un emasculado Casado disertaba sobre la EPA y Rivera hacía lo propio con “esa España en la que el centro está entre los exhumados y los exhumadores” (de verdad, la majadería de Rivera está llegando a registros casi artísticos). La Iglesia se ha comportado como lo ha hecho secularmente con España, menos mal que éramos luz de Trento, martillo de herejes, espada de Roma y cuna de San Ignacio. No cabe mayor traición que la equidistancia. Tan sólo la valiente actuación del Prior del Valle de los Caídos y no me cabe duda, de muchos curas y monjas apóstatas por conciencia de este crimen moral merecen un recuerdo.